Integrar los centros de datos en el Cloud público requiere una cantidad considerable de horas de mano de obra, diferentes herramientas y un gran riesgo, por no mencionar el tiempo necesario para migrar las aplicaciones de un entorno al otro. La falta de herramientas de gestión para administrar ambos entornos, la necesidad de disponer de conocimientos diferentes y las situaciones de seguridad incoherentes enturbian las ventajas de velocidad, flexibilidad, escalabilidad, elasticidad y alcance global que brinda el Cloud público. Por eso, hay cinco aspectos que valorar, porque tienen una incidencia fundamental, a la hora de migrar los activos TI a la nube pública.
Lo primero que hay que tener en cuenta son los cinco elementos básicos en esta transición: interoperabilidad entre entorno local y Cloud, los conocimientos técnicos necesarios, las herramientas y procesos incompatibles en ambos ambientes, la necesidad de gestionar infraestructuras dispares, la movilidad bidireccional de las aplicaciones y la necesidad de contar con seguridad y control en todo el proceso.
El primer desafío es obvio, y derivado de la necesidad de operar dos entornos, local y Cloud, en completa armonía. Para ello, es preciso que las aplicaciones actuales, ejecutadas en los centros de datos locales, se adapten para trabajar en infraestructuras de Cloud público, por lo que es necesario rediseñarlas antes de llevar a cabo su migración. Entre otras cosas, se deben rediseñar muchas de las aplicaciones, convertir los formatos de máquina y volver a probar todo minuciosamente, integrar y reconfigurar las redes, transferir los datos y adaptar el almacenamiento a las funciones disponibles en el Cloud público.
El segundo se deriva de la especificidad del Cloud y la necesidad de dominar el nuevo ecosistema. Las infraestructuras nativas de Cloud público se basan en tecnologías patentadas, que son exclusivas de cada proveedor, por lo que los equipos de infraestructura y operaciones tienen que aprender nuevos conocimientos, adquirir herramientas diferentes y cambiar sus procesos para aprovechar al máximo las ventajas de la integración en la nube pública. De no hacerlo, la ineficiencia aumenta y los costes se disparan.
En cuanto a su gestión, los centros de datos locales utilizan herramientas muy completas para su operativa, que se han desarrollado a lo largo de muchos años. Por su parte, los Clouds públicos tienen sus propias herramientas de gestión exclusivas, que se han desarrollado para gestionar las aplicaciones que se ejecutan en una infraestructura multicliente compartida. Ambos conjuntos de herramientas funcionan de forma aislada para gestionar sus respectivos entornos, lo que perjudica su integración.
Por lo que respecta a las aplicaciones, también es obvio que los formatos de máquina de diferentes centros de datos, locales y en Cloud pública convierten la migración en un proceso unidireccional y lento, incluso para las aplicaciones más sencillas. En el caso de las cargas de trabajo más complejas, rehacerlas convenientemente para la transición requiere mucho tiempo y dinero. Una vez que las aplicaciones se han migrado a la nube pública es prácticamente imposible trasladarlas de nuevo a las instalaciones propias, sin una labor considerable para deshacer los cambios.
Por último, llegamos al espinoso tema de la seguridad. Está claro que las organizaciones renuncian en cierta medida al control de su infraestructura en la nube pública y que las políticas y prácticas de seguridad deben actualizarse, para abrazar el nuevo modelo. Las diferencias entre las infraestructuras locales y de Cloud público limitan la reutilización de los procedimientos y herramientas de seguridad y control establecidos. Además, los patrones de consumo de la infraestructura de Cloud pública son diferentes. Es necesario actualizar los modelos de control, a fin de gestionar bien la forma en que se adquieren los recursos Cloud.
En estos cinco puntos es preciso actuar cuando se formula un proyecto de migración a la nube pública y, en todos los casos, las tecnologías de vanguardia y los conocimientos profundos de ambos entornos resultan fundamentales para iniciar un viaje estable, seguro y eficaz.