El camino a la nube de cualquier organización empieza con el debido análisis de su infraestructura tecnológica y sus soluciones para identificar cuáles son realmente importantes para el negocio, cómo intervienen en la relación con los clientes y cuál será su evolución en el futuro. Éste análisis permite a los consejos directivos de las empresas establecer una estrategia de transformación digital que tenga en cuenta riesgos y oportunidades, y permite tomar decisiones acertadas sobre qué tecnologías y cuándo deben migrar a la nube.
En la transición de sus sistemas y aplicaciones al cloud, las organizaciones deberán pasar por cuatro etapas y es imprescindible que lo hagan de la mano de un integrador con experiencia en distintos escenarios que les ayude a hacerlo con un método.
En primer lugar, la transición de la tecnología que una empresa tiene on-premise a la nube resuelve sus problemas de capacidad con éxito. Aun así, la mayoría se dan cuenta al poco tiempo de que si no aplican también cambios en la gestión, no mejora su eficiencia y su productividad.
En una segunda etapa, las organizaciones deben plantear cuál será su estrategia cloud para evitar el aumento de los costes y controlar la información y aplicaciones de forma que sigan siendo gobernables. Una estrategia que contemple quién tiene permisos para acceder a los recursos de la nube pública, que limite el escalado de necesidades a las estrictamente planeadas o que automatice los sistemas alojados en ella, será de gran ayuda y les va a permitir rediseñar la infraestructura para la nube y ajustar a las operaciones su automatización. Sin un orden ni una estrategia definida y planificada, la transición al cloud se iniciará de forma desordenada y puede salir cara en un modelo de pago por uso.
En esta etapa, cuando las organizaciones han logrado cierto control en los costes operativos, deben plantearse cómo controlar los referidos a la gestión de la infraestructura. La mejor manera de abaratar los costes de gestión es simplificar la arquitectura de la aplicación. Para ello se puede desplegar un motor de contenedores como Docker o Kubernetes por encima del sistema operativo virtualizado, donde se compila y opera el código en un contenedor con nada más que las dependencias requeridas para la aplicación, permitiendo a los desarrolladores rediseñar aplicaciones, sin necesidad de un hipervisor o máquina virtual por encima de la capa de cloud.
Una vez disponen de una arquitectura y unos servicios optimizados, llega el momento de dar un paso más, rebajando los recursos consumidos por la plataforma Docker en el data center del proveedor cloud. Para ello, necesitarán desarrollar aplicaciones que minimicen la dependencia entre Kubernetes, Docker y los servidores cloud. Estas aplicaciones, conocidas como Serverless, logran reducir costes ya que cogen los bloques de construcción suministrados por varios servicios online y los pegan juntos, beneficiándose de la función como servicio. Además, enlazar de esta manera los servicios aumenta la velocidad de desarrollo y rebaja el nivel de mantenimiento que se necesita para las actualizaciones de los servicios que se utilizan. Además, podrán reducir todavía más el coste interno de operación si dejan en manos de otros proveedores de servicios la infraestructura y la responsabilidad del sistema operativo.
El 90% de las organizaciones que pasarán por estas cuatro etapas durante el inicio de su transición al cloud, se darán cuenta de que debido a que la tecnología no está tan estandarizada, como podríamos suponer teniendo en cuenta el tiempo que lleva en el mercado, que los inicios no son sencillos. Por eso es tan importante buscar el apoyo de un integrador especializado y competente como Logicalis, que facilite la migración y nos permita ahorrar tiempo y dinero.