El cibercrimen se parece cada vez más a los contagios por virus o bacterias que sufrimos los humanos. Y, siguiendo esta similitud, las últimas versiones podrían compararse, por su virulencia, con el COVID-19 que es ya una pandemia a escala planetaria. Responder a las últimas amenazas en este campo también puede equipararse, en el sentido de que un ejemplar nuevo también puede afectar a una compañía en cualquier parte del mundo.
Quizás por eso, en los últimos cinco años, los ataques a la seguridad TI han crecido un 67%, y se han dirigido especialmente contra la banca, pero también sobre otros muchos sectores, como el del software, seguros, tecnológico y hasta mercados de capital o energía. A este grupo ya consolidado, se ha unido el de la salud recientemente y que se ha disparado un 86% en el último año. También las administraciones públicas son objetivo especial de los ataques DNS y un 51% de las entidades públicas ha experimentado una caída o interrupción de sus servicios críticos en el último año.
Si repasamos las últimas estadísticas sobre el coste de los ataques sufridos en los últimos años, vemos la magnitud del problema; sólo un ataque de malware acarrea un coste de 2,6 millones de dólares y, en global, se calcula que las consecuencias del cibercrimen alcanzarán los 5.200 millones de dólares anuales en 2023.
La respuesta no puede hacerse esperar y las tecnologías de inteligencia de seguridad, de automatización de defensas y aprendizaje automático son la solución más indicada, para construir una barrera infranqueable que ponga a salvo los negocios. De hecho, en torno al 38% de las empresas de todo el mundo ya ha adoptado soluciones de este tipo y lo hará aún más en el futuro.
Porque sus ventajas son claras; se trata de soluciones y herramientas que responden a los desafíos comerciales de nuestros días. Tecnologías disruptivas, que permiten mejorar la experiencia del cliente, a partir de la comprensión de los datos. Inteligencia al servicio de la seguridad, de la interpretación de los ataques y su correlación con los sistemas críticos del negocio. Una respuesta que, ofrecida como servicio, debe empezar a disuadir al cibercrimen, pero también adapta los sistemas informáticos, para que cumplan las nuevas normas sobre privacidad de los datos que evolucionan en el tiempo.
Tecnologías de última generación que aprovechan los avances en campos como la inteligencia artificial o Internet de las Cosas, para proteger los activos físicos y lógicos de cualquier riesgo, contaminación vía virus o ataques sofisticados contra los sistemas críticos.
Las más modernas medidas de defensa que aprenden de la experiencia pasada, de la contribución de la comunidad de desarrolladores, de la aportación de organismos internacionales y de los principales especialistas en este campo. Profesionales formados en las últimas técnicas de detección y paralización de los virus. Porque nunca es suficiente ni definitiva la respuesta a esta nueva plaga de nuestro mundo tan ubicua y letal como ese COVID-19 que se ha hecho tan masivo y popular para todos nosotros.