Desde los años 90 el balanced scorecard es uno de los instrumentos más conocidos en organizaciones de todo el mundo. Sus ventajas a la hora de medir el rendimiento de un negocio hacen que el cuadro de mando integral sea la brújula de muchas empresas con vocación de líderes de mercado. Los gerentes más inconformistas, proactivos y creativos lo eligen pero hay algunas cosas que aún no saben sobre él.
Créditos fotográficos: istock doomu
La facilidad con la que ayuda a vincular las metas generales a largo plazo con objetivos específicos a corto plazo es el beneficio mejor valorado de todos los que implica el uso del balanced scorecard pero, en su implementación y uso existen algunas zonas grises que para muchos todavía son desconocidas:
1. El balanced scorecard puede resultar complejo en su implementación, sobre todo si no se sabe equilibrar la distribución de KPIs alusivos a áreas tangibles con los relacionados con aspectos más intangibles. El resultado es una descompensación de métricas de rendimiento que dificultan la obtención de resultados significativos.
2. El balanced scorecard no pone suficiente énfasis en los resultados en comparación con las estrategias: esta marco de trabajo se descompone en cuatro perspectivas que, si no se saben expresar en términos más prácticos, no hacen posible medir el progreso contra la actividad planificada.
3. La implementación del balanced scorecard está sujeta a interpretación: cada una de las cuatro perspectivas significa cosas diferentes para distintas organizaciones y personas. Se necesita un proceso de pensamiento que permita una comprensión íntima del resultado que hay que medir, y esto a menudo requiere el apoyo experto.
Pero, a pesar de estas dificultades que no todos conocen, el balanced scorecard es una excelente herramienta para la medición del desempeño no financiero en el mundo corporativo. Es la hoja de ruta para la vinculación de lo que sucede en el día a día en una corporación con su estrategia y dirección a largo plazo. Precisamente por eso:
Post relacionados: