Es tentador subirse al carro de la tecnología IoT y dejarse seducir por las evidentes posibilidades que ofrece. Desde que en aquel lejano 1982 un grupo de estudiantes de la Universidad Carnegie Melon conectaran una máquina expendedora de Coca Cola a Internet, comprobando la disponibilidad y temperatura de las bebidas, hemos visto múltiples ejemplos de aplicación.
Pero, como el resto de innovaciones de la historia tecnológica, sacarle partido depende de encontrar primero la forma de aprovecharlo en cada negocio. Y ahí también influye la decisión tecnológica que se elija (hay un buen número de alternativas posibles), más la gran derivada de la ciberseguridad, omnipresente en cualquier iniciativa TI que se emprenda.
Por eso, se suele insistir en que IoT sigue en su etapa inicial de desarrollo, como lo estuvo en su día la propia Internet, en la década de los noventa. Aunque la gente ya hablaba entonces de realizar compras online, muy pocos lo hacían realmente.
De igual forma, muchos siguen hablando del potencial comercial de una tecnología que todavía no ha demostrado todo su potencial para el mundo de los negocios. Sobre todo los expertos del Fondo Económico Mundial, o consultoras como Gartner, IDC, Forrester, Accenture… Multimillonarias cifras de vértigo que cuesta aterrizar.
Claro que hay ejemplos reales, tipo Amazon con el botón “Smart” que incorporan algunas lavadoras, para que cuando se agota el detergente puedas comprarlo directamente (pulsando el botón). También algunos frigoríficos cuentan ya con esta tecnología en Estados Unidos y se conectan con Alexa, el asistente virtual de Amazon, para comprar en su marketplace.
El gran rival de Amazon en el mundo físico, Walmart, también ha integrado etiquetas IoT para monitorizar la demanda de sus productos, y así poder reemplazarlos automáticamente o conocer la fecha de caducidad de los mismos. O Mango, que ya comercializa un espejo inteligente que permite su conexión a diferentes aplicaciones de salud, e informa sobre el peso, calidad del sueño o hidratación corporal de cada cliente.
En este mundo del retail, se cuentan por miles los establecimientos, con salida a la calle, que están incorporando balizas, o beacons, para detectar cuándo pasa alguien cerca de ellas y detecta su móvil, para ofrecerle publicidad de proximidad y facilitar el pago por el propio teléfono.
También comienzan a ser habituales múltiples wereables que pueden aprovechar esta tecnología, como relojes o gafas inteligentes, con los Apple Watch liderando esta nueva saga de dispositivos. En una de sus aplicaciones más destacadas, los relojes recogen información del paciente que llega hasta sus doctores, quienes pueden realizarle la visita de control, sin que el paciente se desplace.
Gracias a su uso, y a la información de pacientes anónimos recogida en la nube, se ha podido recabar una base de datos que ayuda a diagnosticar el Parkinson, controlar el asma, la diabetes y, en general las enfermedades crónicas. También circula la información en sentido contrario, siendo el dispositivo quien avisa al paciente de cuándo le toca tomar la medicación o llevar a cabo algún tipo de control.
Otros ejemplos son las zapatillas “Gemini 2” que ya permiten medir la distancia recorrida y el tiempo o las calorías empleadas, mientras se realiza ejercicio físico, o el robot aspirador Roomba, del que ya se han vendido más de 15 millones de unidades, y que dispone de un completo pack de sensores inteligentes instalados en el propio robot. Como la maleta Travelmate, que no necesita ser empujada ni tirar de ella, funciona como un robot y sigue a su dueño a todas partes, y el pequeño Datalong, que viaja con la mercancía y permite obtener continuamente valores en tiempo real de su estado y ubicación, temperatura ambiente y otras condiciones de humedad, o los primeros tractores autónomos que pueden programarse con un mapa para realizar tareas agrarias, con un simple control vía móvil, GPS y los sensores IoT.
En nuestro país, la firma Libelum está desarrollando proyectos de ciudad inteligente, basados en IoT, que permiten desde indicar a los conductores lugares libre para aparcar su coche, hasta ayudar a los ayuntamientos a saber cuándo es el mejor momento de regar los jardines o encender su alumbrado.
En resumen y como ocurría en los inicios de Internet, cada vez hay más dispositivos conectados, pero ellos no generan beneficios por sí mismos. Muchos desarrollos están dirigidos al usuario final y a marcas de consumo.
Lo recomendable, por tanto, sería dejar de hablar del potencial de la tecnología y centrarse en casos reales, como los mencionados, y en su aportación de valor para diferentes negocios, o como nuevo estímulo para las ventas y forma de reducir costes de infraestructura.
También en su integración con los sistemas TI centrales de la compañía, en la capacitación de los empleados para abordar este tipo de proyectos y en las implicaciones de seguridad que los recién llegados pueden provocar en los entornos informáticos más consolidados.