Establecer objetivos y diseñar las estrategias más viables y efectivas para alcanzarlos es una de las principales responsabilidades que recaen sobre los hombros de los directivos de cualquier empresa u organización. Una responsabilidad que, entre otras exigencias, obliga a manejar conceptos, competencias y visiones que mantienen entre sí una clara relación dialéctica y frecuentemente resultan, por este mismo motivo, difícilmente conciliables.
Algunas herramientas de Business Intelligence, como el Cuadro de Mando Integral (CMI), están especialmente diseñadas para facilitar el desempeño de tareas de dirección que revisten una complejidad tan específica como el establecimiento de objetivos estratégicos y generales, permitiendo integrar esos conceptos, competencias y perspectivas aparentemente tan dispares bajo un mismo punto de vista.
Evidentemente, previamente al uso de cualquier herramienta BI de estas características, es necesario tener claro el sentido y la utilidad de los distintos elementos que entran en juego en el establecimiento de objetivos y estrategias, por lo que resulta imprescindible, en primer lugar, esclarecer los diferentes sentidos y niveles en los que dichos objetivos y estrategias pueden expresarse.
Los objetivos generales que persigue una compañía se definen antes de adoptar cualquier estrategia corporativa. Se establecen en función de la naturaleza de la organización, del nicho de mercado o de las necesidades del público que pretende cubrir con su oferta de productos y servicios, y de las políticas definitorias que regulan y explicitan su responsabilidad social. No se deben confundir jamás con los objetivos estratégicos, que operan a un nivel menos general y sirven para evaluar la correcta implementación y adecuación de las estrategias adoptadas para perseguir los objetivos generales definidos con anterioridad.
Los objetivos estratégicos, pues, son aquellas metas o hitos que se alcanzan con y durante el desarrollo de la estrategia adoptada, sirven para definir estrategias locales y tácticas corporativas o departamentales, y representan, por todo ello, un elemento clave para la posibilidad de monitorización y evaluación objetiva de las estrategias corporativas que se adoptan.
De un modo similar debemos entender la diferencia entre estrategias locales y estrategias corporativas o integrales: las primeras son las adoptadas por cada departamento o sección para alcanzar sus objetivos particulares de rendimiento y desempeño, y las segundas definen el marco estratégico general que adopta el conjunto de la empresa u organización para alcanzar sus objetivos generales.
Vemos, pues, claramente en qué sentido los directivos y mandos responsables de una compañía deben integrar distintas perspectivas en su visión única del negocio, y de qué modo se articula la complejidad para manejar los distintos niveles a los que aluden conceptos tan vitales como los descritos anteriormente.
Para el establecimiento de objetivos generales y objetivos estratégicos, y el diseño de las respectivas estrategias corporativas y locales, es imprescindible disponer de herramientas que permitan mantener una visión integral de la compañía sin perder de vista los objetivos, las estrategias y los procesos particulares y departamentales. Como decíamos al empezar, los Cuadros de Mando Integral facilitan enormemente esta tarea, permitiendo resolver la tensión dialéctica que mantienen las distintas perspectivas locales, focalizadas en los intereses particulares de cada sección y departamento, con una visión integral de la compañía preservándola y reforzándola a un mismo tiempo, algo absolutamente fundamental para el diseño de los objetivos estratégicos de la misma. De nuevo, también hoy insistimos en lo altamente recomendable que resulta tener a mano un recurso como el que nos ofrece la guía gratuita 12 claves para la definición de un Cuadro de Mando Integral, disponible en nuestra sección de formación junto a otro material de gran utilidad.
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