Establecer indicadores de rentabilidad financiera es una tarea tan compleja como crítica y vital. Se trata, evidentemente, de reconocer, seleccionar e implementar indicadores KPI adscritos al ámbito y las jurisdicciones propias de la perspectiva financiera, pero con importantes anclas y una eminente relación con aspectos correspondientes a las demás perspectivas del Cuadro de Mando Integral.
Como sucede con cualquier tipo de indicadores KPI, también los de rentabilidad financiera deben establecerse en función de las necesidades de monitorización concretas de cada organización, y remitirse, cada uno de ellos, a uno o varios de los objetivos estratégicos previamente definidos. Sin embargo, y a grandes rasgos, podemos enunciar algunos indicadores de rentabilidad económica aplicables de un modo más o menos universal a todos los casos, aunque siempre sujetos y prestos a posibles cambios, modificaciones y adaptaciones en función de las necesidades concretas de cada compañía o departamento financiero.
Grosso modo, podemos identificar 5 grandes grupos de indicadores de rentabilidad que deberían incorporarse al conjunto de los KPI establecidos para monitorizar el desempeño de las actividades financieras de una organización:
Indicadores de rentabilidad bruta: son los KPI destinados a evaluar la capacidad de la organización para generar ingresos brutos, reducir costes y optimizar los presupuestos diseñados por el departamento financiero. Deben diferenciarse del resto de indicadores de rentabilidad, con los que comparten rasgos comunes, y muy especialmente de los de rentabilidad neta, de los que se diferencian básicamente por ser, los de rentabilidad bruta, indicadores relacionados con la facturación en lugar de hacerlo con los beneficios netos obtenidos.
Indicadores de rentabilidad neta: como los anteriores, evalúan la capacidad de una organización de generar beneficios netos, una vez descontadas las cargas, los impuestos y los pagos a realizar de la facturación total obtenida. Su misión es ofrecer un apoyo a la toma de decisiones orientadas a mejorar la relación costes-beneficios de las principales actividades, operaciones y procesos que tienen lugar en el sí corporativo.
Indicadores de activo (parcial o total): se pueden emplear indicadores de activos parciales, es decir, evaluadores del desempeño de activos con los que cuenta, por ejemplo, una determinada área o departamento, aunque lo más habitual es implementar indicadores de activo total, referentes al desempeño de los activos con el que cuenta una organización y revierten en beneficio (o detrimento) del conjunto de la misma.
Indicadores patrimoniales: son indicadores destinados a monitorizar la rentabilidad obtenida con el patrimonio de la compañía, a evaluar el desempeño de las inversiones realizadas y apoyar la toma de decisiones en este sentido. También en este grupo encontramos aquellos indicadores que se encargan de medir el desempeño de las inversiones realizadas por terceros, socios, accionistas u otros stakeholders en la organización.
Indicadores de operaciones: son los más estrechamente vinculados al núcleo de la estrategia corporativa adoptada, encargados de la monitorización de la rentabilidad en el desarrollo de la misión y la visión de la organización, y de la consecución de los objetivos establecidos mediante las operaciones estratégicas estipuladas para ello.
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