Si en un primer momento dijéramos «sí» a todos los proyectos que se nos cruzan en el camino, pasando por alto las fases de estudio y análisis, probablemente la gran mayoría de ellos estarían destinados al fracaso.
Emprender un proyecto no sólo es una cuestión de voluntad. Hace falta, sobre todo, un estudio minucioso de nuestra capacidad para desarrollar dicho proyecto y del contexto en el que nos proponemos operar. Estos dos componentes son los que sientan las bases para lo que se denomina viabilidad de un proyecto.
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Tras dejar clara la importancia de las etapas de estudio y análisis, repasemos ahora los principales factores que nos ayudan a determinar la viabilidad de un proyecto, un aspecto que va más allá de las estimaciones económicas.
La inteligencia empresarial o inteligencia competitiva es un factor esencial para la viabilidad de un proyecto y el éxito empresarial. Se trata de la capacidad de cada organización para realizar un uso eficaz del gran volumen de información que maneja. Las empresas que han desarrollado este concepto ponen énfasis en el conocimiento previo del marco en el que se desarrollará un proyecto, que es lo que, a fin de cuentas, determina su ejecución. La inteligencia competitiva también se asocia con la innovación de los equipos de trabajo y el uso de tecnologías propias para esta tarea. Una empresa inteligente analiza, selecciona y monitoriza la información con el fin de conocer mejor el mercado en el que opera, a sus clientes y diseñar estrategias eficaces.
Los proyectos se definen en gran medida por el mercado al que apuntan. Una idea de negocio puede ser original en sí misma; pero lo que determina si además de original es pertinente, es el escenario comercial. O dicho de otra manera: si el mercado es viable, el proyecto también lo será. Si no, habrá que buscar un nuevo mercado.
Habla de las posibilidades de llevar a cabo la idea del proyecto, algo que no siempre es posible. En esos casos, su ejecución se compromete seriamente por diversas causas, por ejemplo el abastecimiento, la mano de obra o los materiales, entre otras.
¿Has oído eso de que los proyectos se parecen, en gran medida, a quienes los dirigen? Pues bien, en algunos casos los liderazgos no son los adecuados o las personas elegidas para tal función no tienen los conocimientos necesarios para su ejecución. Un proyecto también es viable cuando al frente está una persona capacitada, con dotes de líder y que sabe orientar las acciones hacia los objetivos propuestos.
La legislación es un marco imprescindible para cualquier proyecto. La idea es que éstos se adapten a los requisitos legales de cada zona, región, país o continente. Sin embargo, en algunos casos dichos marcos se convierten en obstáculos para su desarrollo. Casi todas las exigencias son en temas fiscales, de derecho y medioambientales.
La cultura de un sitio o de otro también determina la viabilidad de un proyecto, sobre todo si éste tiene que ver con los hábitos de consumo de las personas o con elementos que están demasiado arraigados en el imaginario social.
No olvidemos, sin embargo, un elemento esencial de los proyectos: su capacidad para aportar soluciones o alternativas de cualquier tipo. Esto, que suena demasiado obvio, es sin embargo un factor a tener en cuenta en las fases de análisis. ¿Qué alcance tendrá el proyecto que me proponga ejecutar? ¿Cuál será su nivel de incidencia en la sociedad o comunidad?
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