Según datos del Índice de Economía y Sociedad Digital (DESI), en España el cambio cultural que precisa la revolución digital es el aspecto que más cuesta en el caso de las PYMEs, una resistencia que se pone de manifiesto, por ejemplo, en el escaso porcentaje de este tipo de compañías que cuenta con e-commerce (sólo el 16%) a pesar de que el gasto medio por comprador a través de este medio no deja de aumentar (lo ha hecho en un 11,3%) llegando a situarse en los 876 euros por persona, tal y como informa un reciente estudio sobre comercio electrónico B2C promovido por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo y realizado por el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI). ¿Qué está fallando?
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Casi todos los negocios pequeños y medianos han adoptado alguna forma de tecnología digital. Plataformas de colaboración, aplicaciones móviles, nuevos recursos de comunicación e, incluso, la nube (aunque ha costado) son sólo algunas de las opciones que las pequeñas y medianas empresas de nuestro país han incorporado a sus rutinas diarias. Pero, ¿por qué no llega la revolución digital a gran escala, como lo haría en grupos multinacionales o compañías de mayor peso?
La primera razón es una cuestión de tolerancia al riesgo. Mejor dicho, de intolerancia. Cuando se considera la inversión en este tipo de innovaciones, pequeñas y medianas empresas tienen criterios específicos, en concreto dos:
Las empresas más grandes tienen márgenes mayores y más recursos, por lo que pueden arriesgar un poco más y apostar por la innovación con una actitud un poco más paciente. Pero esta capacidad de adaptación a los nuevos tiempos no llega a las PYMEs.
Ésta es la segunda razón por la que este tipo de organizaciones está a la cola de la revolución digital. Los retos que el proceso de cambio presenta para ellas se resumen en tres, tal y como publica un reciente estudio de IDC:
Tal y como el estudio de la Comisión Europea citado en las primeras líneas exponía, hace falta introducir un cambio cultural que apoye la transformación de la forma de trabajar. La revolución digital no consiste solamente en invertir y equiparse con la última tecnología, sino que precisa del talento, la estrategia y la dirección apropiadas para poder conducir al negocio hacia sus metas. Para empezar, se pueden seguir tres recomendaciones:
No obstante, pese a que puede parecer que las grandes corporaciones lo tienen mucho más fácil a la hora de alinearse con los principios de la revolución digital, lo cierto es que son las pequeñas y medianas empresas quienes cuentan con ventajas más importantes sobre sus competidores.
Obrar el cambio les resulta mucho más sencillo, ya que su tamaño facilita el conseguir la flexibilidad necesaria para llevar a cabo una gestión más adaptativa. Esto les permite explotar los nichos de mercado, aprovechar cada oportunidad y diferenciarse de manera efectiva. El resultado es una empresa mejor capacitada para satisfacer las necesidades de sus clientes y ajustarse a las nuevas circunstancias.
Además, aunque los recursos sean más escasos que en empresas de mayor tamaño y presencia internacional, también hay que pensar que en el caso de estas últimas el gasto también es mayor. Las PYMEs no necesitan hacer una inversión tan elevada, puesto que pueden permitirse el lujo de centrarse en pocos productos de calidad, algo más específico.
Por último, los responsables de PYMEs de nuestro país tienen que pensar que en su mano está el ponerse al nivel de las grandes compañías y poder competir con ellas gracias a internet, el comercio electrónico y el uso adecuado de los grandes datos; y protegerse al mismo tiempo de ser superado por nuevas empresas disruptivas. Es cuestión de adaptación, talento y las herramientas adecuadas.