Aunque la hiperconvergencia es una tecnología prometedora, aún persisten las barreras a su adopción generalizada. En concreto, tienen que ver con las aplicaciones que se alojen en la nube y los recursos que se mantengan en un centro de datos más potente y robusto.
Muchas empresas han iniciado su viaje a la nube, migrando algunas aplicaciones no críticas. Pero, con la infraestructura hiperconvergente (HCI) y otras herramientas que garantizan su disponibilidad permanente en la nube, no hay excusas para no comenzar a migrar las aplicaciones más importantes también a entornos Cloud, sin que ello suponga ningún riesgo operativo.
Desde que IBM presentó su tecnología Watson, los principales foros tecnológicos han debatido en torno a la denominada “computación cognitiva” y a su creciente impacto en el mundo de las organizaciones.
La necesidad creciente de abordar situaciones cada vez más complejas, y de extraer tendencias a partir de millones de datos, plantea un reto de gran actualidad para los responsables de los negocios y de sus departamentos IT, con muchos de sus recursos de información en la nube; ¿cómo puedo integrar los datos alojados en diferentes nubes para que resulten comprensibles y de utilidad a mis herramientas de análisis?
Las nubes cognitivas abordan este triple reto de integrar muy diferentes fuentes y formatos de datos, a la vez que lo llevan a cabo de forma segura y comprensible para la analítica. Es decir, capturan información, tanto estructurada como no estructurada, la integran con seguridad en el entorno corporativo y proporcionan resultados procesables por las herramientas de análisis.
Más allá de la tradicional “inteligencia de negocio”, muy desarrollada y estable en la mayoría de las organizaciones, se está abriendo una nueva etapa marcada por las conclusiones extraídas de la analítica y el Big Data que luego se aplican a la operativa del negocio y son capaces de inspirar nuevas ideas y formas de hacer las cosas más ventajosas para el negocio.
Por ejemplo, son capaces de generar ideas y consejos de negocio, en sectores y procesos muy concretos, entrelazando datos muy relevantes de múltiples fuentes que se traducen en conclusiones competitivas de gran valor. Además de esta cualidad, aportan mayor transparencia a los datos, con trazas de su origen y procedencia, así como metodologías de gestión y control más adecuadas para cada caso.
Cierto es que muchas organizaciones han trasladado sus aplicaciones "siempre activas" a la nube, lo que confirma la eficacia dela Cloud para soportarlas. Sin embargo, es importante no adoptar un enfoque único con respecto a la disponibilidad de los datos, ya que muchas aplicaciones requieren diferentes niveles de disponibilidad en distintos momentos.
Por ejemplo, una aplicación financiera solo será fundamental en momentos puntuales de un trimestre, pero en ese momento requiere una disponibilidad muy alta. Por ello, asignar recursos dinámicamente resulta crucial para esos picos de demanda, pero también en los momentos de menor necesidad, durante los que es posible reducir capacidad y coste.
El reconocimiento de los beneficios de la informática en la nube resulta cada vez más unánime, sobre todo sus ventajas en coste y probada escalabilidad. Pero, el panorama Cloud aún es relativamente nuevo y debe continuar evolucionando para seguir mereciendo la confianza de las organizaciones para alojar sus aplicaciones más críticas.
Las infraestructuras convergentes son perfectas para eso y su adopción puede realizarse de forma evolutiva o incremental, en función de los recursos y necesidades de cada caso.