La gestión estratégica de cualquier empresa requiere de precisión, objetividad y, por tanto, de mediciones. Quienes buscan alinearse con la visión de la compañía y, sobre todo, quienes se preocupan de que se sustenten los pilares de la razón de ser del negocio, que se encuadran a su vez en el concepto de misión, necesitan apoyarse en una herramienta como el cuadro de mando integral, que va más allá de indicadores demasiado tangibles o de una perspectiva excesivamente táctica.
Para administrar una empresa y encaminarla hacia sus metas, respetando su propio ADN y partiendo precisamente de ahí, de lo que es, hace falta encontrar cuáles son sus objetivos. Porque precisamente, de la madurez en la gestión por objetivos nace la necesidad de alcanzar una visión global más completa, que se forja en el seguimiento de la cultura de empresa que se plasma en esos objetivos generales y su medición a través del cuadro de mando integral.
Llegados a este punto, resulta indiferente el sector o actividad de la empresa, siendo más decisivos otros aspectos como la necesidad de mejora continua, las aspiraciones futuras y, en definitiva, el impulso que la mueve hacia adelante.
No deben, por tanto, confundirse con empresas de otro corte, quizás más familiar, quizás menos tecnológico; en definitiva menos maduras, que realmente no necesitan, ni han llegado al estado de plantearse la necesidad de un cuadro de mando integral. En concreto, en estos casos suele ser preferible el comenzar por la implantación de un cuadro de mando táctico que cubra sus necesidades de tipo operativo.
El ciclo de madurez de la empresa y la implantación del cmi
El cuadro de mando integral requiere para su definición de una estrategia, de la preocupación por las condiciones de mercado y otros factores externos, que son precisamente en base a los que se plantea la necesidad de su inclusión y consideración para poder adquirir un control exquisito en cuanto a proveedores, clientes, grado de satisfacción de los accionistas, conocimiento de las debilidades de la compañía para intentar fortalecerlas, conocimiento de las amenazas para estar protegidos, etc.
Con el gráfico que mostramos, intentamos representar ese equilibrio que se consigue gracias al cuadro de mando integral. Se entiende comprendido en un entorno de madurez y por ello se visualiza como un ciclo que es objeto de continua retroalimentación y consiste en:
- Clarificar la estrategia en algo más materializado: al fin y al cabo, la estrategia no es más que una declaración de intenciones, argumentada, estructurada y con una meta a cumplir que requiere de esa automatización que le otorga el cuadro de mando integral y que, al mismo tiempo, hace posible el practicar el seguimiento que se va haciendo imprescindible para ganar en agilidad y actualización.
- Alinear objetivos con la estrategia: encaminándolos hacia la dirección deseada que puede estar relacionada con la cuota de mercado, el liderazgo, etc. según la empresa y las circunstancias; teniendo en cuenta que este control se efectuará de forma exhaustiva y permanente, minimizando el riesgo del negocio.
- Planificar y establecer objetivos: partiendo del análisis de los factores internos y externos. Este paso, que sienta las bases de todo lo que sobre sus resultados se podrá construir, comienza de forma previa a la definición del cuadro de mando integral pero que deberá plantearse cada vez que se apliquen cambios en la estrategia.
- Feedback y aprendizaje: la comunicación es una de las claves del cuadro de mando integral. La herramienta permite generar iniciativas, dar feedback, proponer planes de acción para recuperar los objetivos no cumplidos en las fechas pactadas, etc. Y por eso puede aprenderse acerca de cómo evoluciona la empresa y de cómo lo hace respecto al plan estratégico. Potenciar la comunicación interna es la forma de alcanzar una visión global, algo que no todas las soluciones en el mercado pueden ofrecer. De esta forma se gana en inmediatez, que confiere la agilidad necesaria para actuar de forma dinámica, o lo que es lo mismo, de hacerlo con tiempo suficiente y el margen de maniobra necesario para poder actuar antes de que se planteen las contingencias.
El establecimiento de la estrategia y la definición del cuadro de mando integral es una etapa decisiva para la subsistencia de cualquier empresa ya que los mercados son algo vivo, versátil y muy dinámico. El tiempo de reacción es mínimo y la competencia continúa aumentando progresivamente. Ejemplo de ello es el hecho de que, hace una década, los planes estratégicos se hacían a diez años, hasta hace muy poco tiempo eran planes a cinco años y ahora, la realidad de las compañías es que los planes se plantean a tres años.