Planteada la estrategia comienzan a surgir necesidades que atañen a su implantación, la comunicación de la misma o su desglose en esos objetivos que se irán encuadrando en las cuatro perspectivas que Kaplan y Norton proponen en su método: finanzas, clientes, procesos internos y formación y crecimiento. En este estadio es cuando debe intervenir el cuadro de mando integral.
Esta herramienta, más que una solución de software, que también lo es, puesto que es innegable su orientación informática que precisamente es la que permite aglutinar todo el proceso de forma simplificada; supone en realidad la expresión de un método de gestión que contribuye a la implantación de la estrategia de la empresa haciéndola extensible a todos los niveles de la organización y dotándola de la eficiencia necesaria para alcanzar la consecución de las metas que se han planteado y en el plazo que se ha previsto para ello. El cuadro de mando integral debería ser inherente a la estrategia en tanto en cuanto:
- Facilita la definición del marco de actuación.
- Simplifica el proceso de implementación.
- Automatiza la estructuración práctica de la misma.
- Impulsa la visión única a través de su propia configuración y del glosario de negocio que a él se asimila.
Cómo funciona el cuadro de mando integral
El cuadro de mando integral cuenta con determinadas ventajas que benefician a la organización que elige gestionar su estrategia a través del mismo:
- Indicadores: a través de los que se hace posible practicar el seguimiento de los objetivos planteados en la estrategia de la empresa y su control, siempre asociado a un responsable.
- Visión: que permite alinear indicadores y objetivos en un ámbito de coherencia interna, ligándolos a una política de incentivos en un entorno bidireccional gracias a la posibilidad de visualización top down y bottom up.
- Aprendizaje: tanto a nivel individual como estratégico, ya que esta herramienta hace posible conocer las causas de las desviaciones, detectarlas a tiempo y además trasladar ese conocimiento a distintos departamentos dentro de la empresa, logrando un enriquecimiento conjunto que se traduce en un aumento de la efectividad y, por tanto, de la productividad.
Y, al mismo tiempo, hace posible:
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Conectar la estrategia de la empresa a todo los niveles operacionales.
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Detectar a tiempo las pérdidas de alineación.
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Interpretar tendencias y lograr un sólido análisis del entorno de mercado.
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Acceder a la información crítica de una forma aséptica y rápida.
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Proponer acciones que refuercen la toma de decisiones al garantizar la efectividad en los resultados.
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Ganar en sincronización y agilidad.
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Integrar todos los niveles de la compañía fomentando la eficiencia en la comunicación.
Para poder hacerlo, su funcionamiento requiere de:
- Responsabilidad global e individual de todos los integrantes de la empresa, cada uno en su área de conocimiento y competencias.
- Integración absoluta con la estrategia de la empresa.
- Definición de objetivos que permitan definir los indicadores que se medirán para encontrar las desviaciones y ajustar su cumplimiento a los plazos pactados.
El presente de una empresa es su futuro. Tener la capacidad de controlar los procesos y operaciones en el marco de una visión única nos pone en el camino de la mejora continua y el desarrollo y precisamente por eso, el cuadro de mando integral conjuga las tres perspectivas que permiten visualizar el camino a seguir sin distorsiones, ofreciendo datos consistentes sobre el pasado, información actualizada en el presente y análisis objetivos que permiten analizar las tendencias y simular para entender el futuro y estar preparados ante lo que pueda llegar.