El balanced scorecard ofrece muchas posibilidades a las empresas que tienen la habilidad de saber cómo aprovecharlas. Controlar el rendimiento, mejorar resultados o gestionar el cambio son sólo algunas de las opciones que se abre ante quienes cuentan con la herramienta adecuada y el expertise necesario para no quedarse en la superficie.
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Balanced scorecard y la mejora del rendimiento empresarial
Para mejorar el rendimiento empresarial, y el individual, es primordial hacer un seguimiento. Esta monitorización facilita algunas acciones necesarias, que el balanced scorecard hace posible:
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Identificar las áreas y procesos de negocio susceptibles de mejora.
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Proponer métodos que apoyen el cambio hacia formas de trabajo más eficientes y supervisar su alineación con los objetivos organizacionales e individuales.
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Detectar los primeros indicios de riesgo (ya se trate del motivado por acciones adversas y no autorizadas de los trabajadores, el que tiene que ver con la imposibilidad de alcanzar los objetivos estratégicos de la empresa o el causado por la incertidumbre).
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Diseñar las medidas de contención del riesgo más idóneas y controlar su adecuación tras implantarlas.
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Comprobar la efectividad de los ajustes planteados.
Para conseguirlo, en la práctica, es preciso desarrollar indicadores clave de riesgo que se sumen a los indicadores clave de rendimiento (KPIs), en el marco de control del desempeño que propicia el balanced scorecard. De esta forma se pueden, no sólo evaluar, sino también mitigar los riesgos de no alcanzar los objetivos estratégicos a la vez que se mejora el rendimiento general.
Gestión del cambio o balanced scorecard
La coordinación de esfuerzos es absolutamente imprescindible para alcanzar metas en cualquier organización. Sin embargo, pese a que el balanced scorecard es una herramienta diseñada para facilitar esta tarea, muchas empresas no le dan el uso adecuado. El resultado es que terminan dificultando la consecución de sus objetivos globales y sin entender muy bien qué es lo que está sucediendo para que las cosas no salgan como estaba planeado.
Es cierto que el balanced scorecard permite una monitorización exquisita del desempeño individual, que hace posible realizar ajustes, incluso sobre la marcha si así se requiere, para garantizar los mejores resultados. Pero, en la práctica, lo que se ve es que, en demasiadas ocasiones el modo de diseñar los propios cuadros de mando genera un enfoque en el rendimiento individual que prevalece sobre el del equipo o sobre el global de la compañía; algo que es preciso evitar a toda costa ya que, cuando esto sucede:
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Se produce una confusión respecto a las metas y la participación individual en su consecución.
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La visibilidad resulta engañosa, al perder perspectiva.
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Pueden aparecer conductas disfuncionales.
La experiencia demuestra que la gestión del cambio juega un papel clave en la gestión del rendimiento. Conocer los datos, tener acceso a información automatizada y de calidad es indispensable, pero no es lo único. Para avanzar hacia la excelencia es necesaria una herramienta como el balanced scorecard, que permita la interacción con los datos que representan la realidad, su revisión y la alineación de objetivos; pero ésta ha de complementarse con un liderazgo potente, una buena comunicación y la dosis justa de inspiración.
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