El Gobierno del Dato vivió hace una década su momento de mayor esplendor, tras años de desarrollo de sistemas, estrategias y políticas que terminaron de construir un modelo de prácticas internas propio para cada organización. Pero hoy atraviesa, sin duda, su momento más crucial, cuando debe dar respuesta a la enorme disparidad de datos que genera el “universo digital”. Es el momento de lo que se denomina Data Governance 2.0, el modelo de gestión de la información que requiere cada organización, como ente digital. En ésta y próximas entradas de nuestro blog, repasaremos los principales aspectos que entran en juego en estos tiempos de “emergencia digital” y que crean las bases para alumbrar un nuevo concepto de Gobierno del Dato y, más importante, propondremos su puesta en práctica.
Porque ¿quién gobierna hoy la información? ¿Las empresas que manejan e intercambian datos, los servidores que la almacenan o los cables y satélites que transmiten? O ¿cómo afrontamos un marco regulatorio que se está definiendo sobre la marcha, al ritmo de esta nueva era digital?
Los nuevos tiempos implican definir este nuevo Gobierno del Dato, en el que todos debemos crear una forma propia de manejar la información, pero sujeta a todos los condicionantes que la afectan.
El dato sigue siendo un factor elemental en la gestión de cualquier empresa. Pero, sus usos se han multiplicado exponencialmente, así como su interpretación y análisis. Seguimos intercambiando información básica, en transacciones y operaciones de todo tipo, pero ahora tenemos formas de valorar esos datos, de relacionar unos con otros y que nos ofrezcan conclusiones muy útiles para nuestra actividad. Nos aportan inteligencia empresarial, pero sobre todo valor traducible en euros, beneficios contantes y sonantes.
En esencia, el Gobierno del Dato sigue siendo el conjunto de procesos que permite a una empresa gestionar formalmente sus activos de información más valiosos. Pero, los controles que el departamento de TI venía aplicando a un tipo de dato, por ejemplo, ahora debe ser mucho más flexible y aprovechar los nuevos caminos que abre el análisis de esos datos y su integración en aplicaciones modernas y otras más clásicas.
Un proceso nada simple que debe hacer frente a los retos del momento, pero atender también la trayectoria e histórico de los sistemas back-end, en muchos casos creados en otro momento muy diferente al actual y que deben reconfigurarse, para seguir siendo un sistema que permite tomar decisiones y afrontar responsabilidades por el uso de esos recursos.
Pero quizás más relevante ahora es que se adapte a las necesidades de negocio de este nuevo tiempo. Que responda de forma integral a los retos que hoy plantean los mercados y que se adapte a las peculiaridades de cada organización, aportando valor a los datos y cumpliendo la legalidad vigente en todas las prácticas digitales.