Asegurarse la lealtad del cliente (o fidelizarlo) resulta una tarea cada vez más ardua, difícil y compleja. El aumento exponencial de la competencia, en casi cualquier ámbito o sector, propiciado por el acceso universal a los nuevos medios y redes de comunicación, la creciente complejidad de los mercados, y las dificultades por determinar patrones de demanda que permitan ofrecer productos y servicios ajustados a las necesidades de sectores de consumidores más o menos amplios ya representan un considerable obstáculo a la hora de captar nuevos clientes.
Si a todo ello le añadimos un público cada vez más exigente, con una demanda constante de atención inmediata y personalizada, hacerse con la lealtad del cliente se nos aparece como una auténtica quimera, como un objetivo deseable pero poco menos que imposible de alcanzar.
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