La fidelización de clientes (o en su versión inglesa, customer loyalty) no es nada nuevo que tengamos que aclarar, ni algo sobre lo que debamos extendernos en exceso dado que representa uno de los objetivos comerciales más antiguos que se conocen. Y lo mismo sucede con las estrategias asociadas a él: si bien cambian los modos y las formas, la esencia de las mismas permanece inalterable a lo largo del tiempo.
Todo buen agente comercial sabe lo que cuesta captar nuevos clientes, pero también es consciente que consolidar a los ya existentes requiere un esfuerzo mucho mayor. Sorprendentemente, esto es algo que muchas compañías y empresas hoy descuidan, contrariamente a lo que parecería dictar el sentido común, centrándose y potenciando más las estrategias de captación que las estrategias de fidelización y olvidando que la cantidad, si no anda pareja a la calidad (también en lo referente a clientes y usuarios), tarde o temprano termina pasando factura.
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