Los dispositivos wearables (o portables, un término algo más amplio que la expresión tradicional «portátiles») han ido ganando terreno y simpatías no solo en el mercado destinado al consumidor final, sino también en el ámbito corporativo, experimentando una progresiva pero imparable implantación en compañías de todos los sectores y orientadas a cualquier actividad.
Estos dispositivos se caracterizan por su altas prestaciones en lo que a conectividad en itinerancia se refiere, y por ser perfectamente adaptables al cuerpo humano para ser portados sin presentar las incomodidades típicas de los dispositivos portátiles. Evidentemente, ofrecen nuevas y grandes oportunidades de negocio, especialmente si atendemos a las posibilidades que brindan para la monitorización de actividades, y para la proporción de datos y el acceso a los mismos desde cualquier lugar, en cualquier momento y en tiempo real. No obstante, a su vez, también conllevan retos, la mayoría de ellos eminentemente sujetos a la necesidad de adopción de una adecuada estrategia de movilidad que permita sacarles el máximo partido.
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