Antes de proceder a desentrañar las claves para el diseño de un buen plan estratégico, lo más lógico y conveniente es que veamos algunas de las características que todo plan de esta naturaleza debe cumplir.
Es habitual que, ante la ingente avalancha de términos y conceptos que se manejan en el ámbito del las tecnologías aplicadas a la inteligencia empresarial, un usuario poco avezado se sienta confundido y ande por un tiempo perdido en el laberinto que conforman. Por eso, en primer lugar, dejemos claro de qué estamos hablando: un plan estratégico es, como su mismo nombre deja entrever, una planificación (diseño, descripción y ejecución) de las actuaciones que se llevarán a cabo para obtener unos objetivos previamente establecidos. Claro está que, en función de su ámbito de consideración y aplicación, cada plan estratégico tendrá una naturaleza más o menos general, más o menos corporativa o departamental. Por ejemplo, si atendemos a los planes estratégicos corporativos, es decir, aquellos que incumben al conjunto de la compañía o la organización en su totalidad, afectando a todos los procesos y las actividades que tienen lugar en ella, los objetivos a los que se remitirá ―y que tratará de alcanzar― serán, obviamente, también objetivos generales, es decir, aquellos objetivos máximos y superiores que persigue la organización.
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