Cuando pensamos en Inteligencia Artificial (IA) nuestra mente configura una imagen fuertemente mediatizada por la influencia de la ciencia-ficción: robots con un intelecto parecido al humano, humanoides capaces de realizar tareas cognitivas complejas...
Prefiguraciones de este tipo son las que tradicional y comúnmente asociamos a la Inteligencia Artificial; sin embargo, la realidad poco tiene que ver con ellas, o al menos no las concreciones más actuales de la tecnología IA, focalizada en el diseño y desarrollo de sistemas capaces de racionalizar datos e informaciones, acumular experiencia y tomar ciertas decisiones (eso sí, como veremos, limitadas) sin intervención humana.
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